Pablo Guerra*
Las instituciones de la Unión Europea desde hace un tiempo han encendido sus luces amarillas respecto a la pérdida de competitividad registrada frente a EUA y China. Efectivamente, algunos indicadores preocupan especialmente, caso de los niveles de inversión en I&D, un aspecto que desde hace décadas sabemos es clave para la sostenibilidad de los modelos de desarrollo. Si bien la UE destina un buen porcentaje del PBI a estas tareas (aproximadamente 2,3%), Estados Unidos lo hace en torno al 3,5%, en tanto China invierte en términos similares a la Unión Europea, pero en mayor cantidad cuando vamos a los términos absolutos. Recordemos que el PBI nominal de China superó al de la Unión Europea, desde hace algunos años. Nótese, además, la preocupante brecha con los países latinoamericanos, que en promedio no llegan a invertir en I&D el 1% del PBI.
Otros factores que han encendido las alarmas entre los europeos y que explican la pérdida de competitividad, refieren a los ecosistemas de innovación (ya sabemos el papel que ha cumplido históricamente Silicon Valley, a lo que se suman nuevos actores en China, caso de los hubs tecnológicos en Shenzhen y Pekín), ciertos aspectos en materia de regulaciones, las ventajas comparativas de China y EUA en materia de unificación de mercados, o el rol de cada una de estos actores en materia de tecnologías emergentes (véase, por ejemplo, lo que está ocurriendo en el mercado de los autos eléctricos). Un indicador que de alguna manera resume lo que acabamos de exponer, es que, de las 50 empresas tecnológicas más valoradas del mundo, solo 4 son europeas.
Como el punto de partida para cualquier estrategia pasa por un buen diagnóstico, en junio de 2023 el Consejo de la Unión Europea encomendó al ex Primer Ministro de Italia, Enrico Letta, un Informe de Alto Nivel que finalmente se publicaría en el pasado mes de abril bajo el sugerente título “Much more than a market” (Mucho más que un mercado).
Dicho Informe, hace referencia a varios aspectos en materia de competitividad, a manera de síntesis: un quinto pilar que se sume a las cuatro libertades clásicas del mercado único y que consiste en mayores libertades en materia de investigación, innovación, economía digital, etc.; mayor integración logística, financiera , energética y en sanidad; mejoras administrativas y burocráticas para facilitar los negocios; mayor autonomía estratégica en la industria de la defensa; así como una justa transición digital y verde.
Detengámonos en este último punto, que ha sido presentado como el primer objetivo central de la estrategia: la transición ecológica y digital justa, se entiende como “un compromiso a largo plazo para transformar la sociedad y la economía europeas de manera sostenible y equitativa”. Tamaño desafío el de hacer compatible la capacidad industrial europea con los objetivos de transición justa, ecológica y digital. Para ello, el Informe hace hincapié en la inversión y financiamiento no solo como una mera decisión financiera, sino fundamentalmente estratégica. También se señala la importancia que asumen las contrataciones públicas en tecnologías verdes y digitales.
El Informe Letta y la centralidad dada a la transición verde, sin embargo, no debe quedar circunscripta a los desafíos de la competitividad de la Unión Europea. Es una oportunidad también para reconocer el papel que juegan los asuntos ambientales y sociales en la aldea global. Y es que, en el actual contexto competitivo, inserto en un conjunto de crisis sistémicas, es clave entender estos desafíos socioambientales por sus efectos globales. La adopción de modelos de producción y tecnologías verdes, no solo serán fundamentales para una competitividad sostenible, sino que se vuelven imprescindibles en la lucha contra el cambio climático, por lo tanto, en el propósito sustantivo de defender la vida en el planeta. Por ejemplo, una estrategia de competitividad basada solamente en precios generando dumping social y ambiental, asoma como enemiga del bien común. Es notorio que si hay regiones en el mundo que recurren a estos modelos competitivos, eso se explica por las propias inequidades globales. En tal sentido, los países más pobres y de la periferia, deberán ser apoyados por aquellos más ricos, pues sabido es que esta transición apareja costos sobre todo en materia de inversión inicial.
En conclusión, parafraseando a Letta, hay “mucho más que mercado” en la transición verde. Sus desafíos ciertamente abarcan asuntos como la competitividad, el comercio, las inversiones o las finanzas: fundamentalmente es una necesidad que tenemos para preservar nuestra casa en común y garantizar la reproducción de la vida.
*Pablo Guerra
Doctor en Ciencias Humanas. Profesor Titular Instituto de Sociología Jurídica de la Universidad de la República (Montevideo – Uruguay).