Observatory on European Studies _ Temor y necesidad: las nuevas posibilidades del liderazgo alemán en la Unión Europea y el Sistema Internacional contemporáneo

2021-05-26

Natalia Aldana Becerra

Santiago Moreno Huertas**

Jesús Agreda Rudenko*** 

 

La reducción en el liderazgo de Estados Unidos en el Sistema Internacional (SI) contemporáneo, al igual que su aumento, trae riesgos y oportunidades. La “autoexclusión” de Donald Trump en algunos temas de agenda internacional, y el golpe a la confianza que el gobierno Biden aún no ha podido remediar, permitió que otros actores ocuparan ese creciente vacío de poder y trataran de promover sus propios objetivos de manera más activa. No solo China intentó posicionarse como el defensor del libre comercio a nivel internacional, sino también Rusia y Turquía buscaron ocupar espacios regionales abandonados. En este contexto, se evidencia una oportunidad y necesidad de un liderazgo en la Unión Europea (UE) que parecería estar llamada a ocuparse de los retos contemporáneos transnacionales, complejos y cada vez más relevantes debido a su trayectoria histórica en la resolución de problemas de manera colectiva; liderazgo que podría proveer una Alemania más visible en el SI.

No obstante, la posición esperada de la Unión Europea no se ha materializado. En parte esto se puede explicar por su misma estructura institucional que exige consensos y acuerdos para una acción internacional exitosa, pero que sobre todo exige un liderazgo interno. Históricamente, aunque con algunas excepciones, ese liderazgo lo ha ejercido la dupla franco-alemana como el “motor” de las iniciativas que darían paso a los grandes avances en la integración. De hecho, si nos permitimos simplificar el proceso y desconocemos su gran complejidad, podríamos afirmar que los líderes franceses y alemanes han sido fundamentales en toda la integración europea. No solo la decisión de Adenauer y de Schuman, bajo la presidencia de Auriol, fue clave para la creación de la CECA, los acuerdos entre Kohl y Mitterrand fueron esenciales para la creación de un mercado común, al igual que la coordinación entre Merkel y Sarkozy para la firma del Tratado de Lisboa.

Pero, en los ejemplos mencionados, el liderazgo alemán en el marco de la Unión Europea se caracterizó por una posición más bien pasiva, que involucraba el acompañamiento y apoyo a iniciativas de otros actores, generando mecanismos que evitaran su posicionamiento individual. Después de los hechos de la primera mitad del siglo XX, Alemania ha intentado garantizar a sus socios que no volvería a buscar la hegemonía europea, lo que llevó a sus gobiernos y a la población misma a apoyar liderazgos que promovieran consensos, más que la confrontación, incluso en situaciones excepcionales. Pocos casos sustentan mejor lo dicho que la reunificación alemana, aquel proceso histórico en el que Kohl decidió tomar una decisión política sin consultar a los demás miembros de la CEE, sembrando preocupación entre ellos debido a su significado. A pesar de haber creado una superpotencia económica, Alemania renunció a sus nuevas posibilidades de liderazgo político y se comprometió más que nunca con sus socios europeos en la creación del Tratado de la Unión Europea (Tratado de Maastricht).

Esta tendencia que se reiteró en el esfuerzo por recuperar las ideas del fallido proyecto de constitución de la UE, y que fueron integrados en el TUE y el TFUE (Tratado de Lisboa) bajo el liderazgo de Angela Merkel, no hace sino reforzar la idea de una Alemania más comprometida con la búsqueda de consensos que con su ambición individual. Un último ejemplo más reciente es el marco de la cooperación estructurada permanente (PESCO) y los planes que surgen de esta; una iniciativa alemana que apareció a raíz de la posición norteamericana frente a la OTAN y a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y que terminó siendo una iniciativa conjunta franco-alemana, demostrando la tradición antes identificada.  En otras palabras, aunque Alemania tiene las condiciones para ser el líder de la UE y porque no del SI, suele ejercer su liderazgo en compañía de otros socios, un liderazgo consensuado, justamente para no despertar dudas sobre sus intenciones.

La situación está cambiando. Ante las últimas crisis se puede percibir un rol más activo de Alemania, apoyado por varios Estados miembros que lo reclaman (incluso Polonia), que ilustra un cambio de mentalidad. Tanto el papel que desempeñó Alemania en la respuesta a la crisis de la deuda soberana de 2009, como su posición frente a la crisis migratoria demuestran el interés, peso y costo de su liderazgo dentro de la Unión. La crisis de deuda exigió de Alemania asumir una postura que marcara la pauta de los demás Estados miembros, demostrando su importancia en la estabilidad del mercado común y del Euro, pero reviviendo las dudas sobre ese liderazgo. Incluso se llegó a asociar a Merkel con Hitler en el marco de la movilización social griega contra las medidas de austeridad de 2009, como parte del grupo de los afectados por las exigencias asociadas a los mecanismos de rescate. El otro caso que ayuda a ilustrar el punto mencionado fue la “comunitarización” de la postura asumida a nivel doméstico por Merkel frente a la crisis migratoria y que ponía a los estados miembros ante la necesidad de una aceptación más “equitativa” de los migrantes. Siendo esta una decisión altamente cuestionada por Estados gravemente afectados por la crisis económica, acentuando una sensación de duda sobre las ventajas del liderazgo alemán.

En línea con recientes posiciones como el ámbito migratorio, en la actualidad se percibe el papel de Alemania no solo como un gigante económico, sino de manera cada vez más creciente, como un gigante político, en clara ruptura con la tendencia anterior. El liderazgo alemán parecería mostrar una nueva ambición política tanto por asumir su liderazgo natural dentro de la Unión Europea, como por posicionarse en nuevos escenarios.  Esta posición evidenciaría una transición desde el liderazgo consensuado, y por ende limitado, dentro de la UE hacia uno más autónomo, potenciado por la relevancia de agendas no tradicionales. El caso icónico al que vale la pena seguir en el futuro inmediato, para demostrar la hipótesis planteada, es el desempeño alemán en los temas ambientales. Es decir, si Alemania decide guiar a la Unión Europea en esta dirección, para enfrentar este reto contemporáneo, y logra los resultados esperados, las dudas que aún persisten sobre sus intenciones en los ciudadanos de diversos países de la UE y del propio Sistema Internacional podrían diluirse o desaparecer, reforzando su nueva posición de líder incluso en otros ámbitos.

Así entonces, la consolidación del papel alemán como líder en temas ambientales es esencial y por lo tanto, las próximas elecciones del Bundestag se vuelven clave. El partido verde, cuyo centro histórico ha sido la preocupación ambiental, está ante la posibilidad histórica de liderar el gobierno, o en su defecto jugar un papel central junto con el tradicional CDU-CSU, que también cuenta con una agenda ambiental, aunque menos ambiciosa. En cualquier caso, la relevancia de la política ambiental está garantizada  y reforzada por la decisión del Tribunal Constitucional Federal Alemán, del 29 de abril de 2021, que obliga al gobierno a proponerse objetivos ambientales aún más ambiciosos de los actuales con el propósito de salvaguardar el bienestar de generaciones futuras e impone nuevos estándares internacionales. Por otro lado, este nuevo liderazgo alemán sería más que bienvenido y apoyado por la Comisión Von der Leyen, dado su compromiso con el Pacto Verde Europeo en los programas de Next Generation EU, a pesar de la pandemia.

En síntesis, las sospechas de actores internacionales y domésticos, generadas por los hechos de la primera mitad del siglo XX, han llevado a Alemania a adaptar un rol pasivo, caracterizado por un liderazgo consensuado, y necesario para proveer garantías y generar confianza en el pueblo, la Unión y el sistema. Sin embargo, este rol está en proceso de revisión, adaptando actualmente una posición mucho más propositiva, e incluso autónoma, evidenciada en el manejo de la crisis de la deuda soberana y en la de los refugiados. No obstante, el aumento en la importancia y en la atención a temas no “tradicionales”, como la protección ambiental, ha permitido que Alemania asuma su liderazgo natural y debido a factores domésticos y sistémicos, pueda ser reconocido como aquel Estado que coadyuve a la UE a mejorar tanto su posicionamiento en la estructura del sistema internacional, como a ocupar la silla vacía que dejó la anterior administración de Estados Unidos en la gobernanza global en temas ambientales.

 

*Natalia Aldana Becerra

Estudiante de Relaciones Internacionales y Sociología de la Universidad del Rosario

Integrante Semillero de Investigación sobre Dinámicas contemporáneas de la Unión Europea (SIDUE)

**Santiago Moreno Huertas

Estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario

Coordinador Semillero de Investigación sobre Dinámicas contemporáneas de la Unión Europea (SIDUE)

***Jesús Agreda Rudenko

Profesor de hora cátedra Universidad del Rosario

Magíster en análisis de problemas políticos, económicos e internacionales contemporáneos

Director Semillero de Investigación sobre Dinámicas contemporáneas de la Unión Europea (SIDUE)