Observatory on European Studies - Una mirada desde América Latina a la Unión Europea y su particular enfoque de los Derechos Humanos
Ivan Ricardo Pérez Vitela*
La agenda internacional de los derechos humanos ha sido sin duda alguna, un aporte que el bloque occidental de naciones ha abonado a la humanidad desde mediados del Siglo XX. De manera particular, Europa se ha encargado en su historia moderna de construir un complejo entramado de tratados internacionales de derechos humanos y marcos normativos que benefician en primera instancia, a sus más de 700 millones de habitantes quienes, en diferentes niveles, ejercen sus derechos a sabiendas de contar con instituciones sólidas y participando en democracias plenas respaldadas en forma amplia por robustas economías.
La Unión Europea representa para buena parte del planeta, un espacio de aspiración y del idealismo de la forma en que “debe” funcionar una sociedad, en donde los derechos son reconocidos y puestos en práctica en cada uno de los 27 territorios nacionales que la integran como un solo frente multinacional y multilingüístico.
Para América Latina, Europa representa en alguna medida, esa aspiración que se menciona en el párrafo anterior, pero también implica una dolorosa memoria de la invasión, represión, sustracción y atropellamiento que representaron las épocas coloniales e imperialistas de naciones como España, Portugal, Holanda, Gran Bretaña, Francia y de otros países europeos, de los cuales tomó un aproximado de casi 500 años para lograr una independizarse total, cuyo proceso tomó diferentes momentos históricos entre los años de 1821 y hasta todavía muy reciente 1983 con las independencias definitivas de Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Granada, Dominica, Guyana, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas y Trinidad y Tobago, del Reino Unido.
El colonialismo y el imperialismo europeo en América Latina dio paso al nacimiento de una transculturación que terminó por imponer un modelo eurocéntrico en muchos ámbitos cotidianos como el político, jurídico, urbanístico, educativo o económico entre muchos otros aspectos y desde luego bajo una forma “tropicalizada” en el grueso de la mayoría de las naciones latinoamericanas, como quedó evidenciado años después con el modelo económico neoliberal de los años 80´s.
Para el caso de México, que puede ser considerada todavía como una joven nación con apenas 200 años de conformación como país reconocido ante la comunidad internacional, ha demostrado en el transcurso de la historia moderna que su relación con la Unión Europea ha sido muy fructífera y compleja, con muchos momentos de acercamiento, comunicación y estrecha cooperación, pero también al mismo tiempo, tirante y con enfoques polisémicos respecto al desarrollo de la política internacional y a la manera en que se observa y atienden aspectos como el económico, social y de ejercicio de derechos.
Con el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el año de 1945, se ha fomentado la construcción de un entramado internacional que ha tenido impacto en Europa y América Latina y en general en todas las naciones del planeta, donde la Unión Europea y Estados Unidos han contado con una injerencia notable en el desarrollo de tratados, acuerdos y establecimiento de mecanismos de cooperación acordes a sus propios intereses y enfoques al momento de observar el ejercicio de derechos y tipo de relaciones entre naciones aliadas.
Bajo esta premisa, la Unión Europea ha diseñado e implementado la mayor cantidad de instituciones europeas que actúan al amparo y luz de los tratados internacionales en derechos humanos, incorporando incluso a dichos principios en las negociaciones en tratados y acuerdos que abordan temas más allá de los derechos humanos, como económicos, políticos, entre otros aspectos. Ejemplo de ello ocurrió con México cuando se firmó y ratificó en el año de 1998, un acuerdo comercial multilateral donde como parte de las negociaciones para la suscripción de compromisos, se estableció como condición para nuestro país la implementación de una política con enfoque de derechos humanos de mayor calado en el gobierno mexicano, dando con ello origen a la creación de la entonces primer Dirección General de Derechos Humanos en la Cancillería encabezada por la entonces Secretaria de Relaciones Exteriores Rosario Green Adato, en el gobierno del Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, iniciando a partir de ello, la incorporación de la agenda en las políticas públicas del Estado mexicano.
En materia de Derechos Humanos, la idea de haberse generado una “declaración universal”, en el seno de la ONU, implica per se un significado de inclusión y de totalidad para cualquier persona que, por el simple hecho de ser un ser humano, deba verse beneficiada para el reconocimiento y ejercicio de sus derechos humanos sin importar cualquier característica que posea más allá de la naturaleza humana, como mucho se ha desarrollado en teorías antidiscriminatorias ampliamente difundidas a nivel global.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en el artículo 19 que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Estos conceptos y principios han sido recogidos en los sistemas universal, interamericano e africano de derechos humanos, como base para la defensa y promoción de derechos para millones de personas en el planeta. En la experiencia práctica, destaca el intercambio que sostienen el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos en interpretación y aplicación de criterios al momento de dictar sus sentencias, como dos de los sistemas internacionales jurisdiccionales en derechos humanos más avanzados que hay en el bloque occidental.
Como se puede deducir en estas líneas, la relación que suele establecer la Unión Europea con otras regiones del planeta, evidencia en la mayoría de las ocasiones un tono de “negociación-exigencia” al momento de proponer acuerdos y establecer compromisos, lo cual no puede negarse, ha permitido verdaderas transformación políticas y económicas al verse beneficiadas naciones terceras las cuales, presionadas para incorporar principios como la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, se han visto orilladas a adoptar políticas de mayor reconocimiento de derechos para sus propias poblaciones.
No obstante lo anterior, si realizamos un análisis crítico de las políticas con enfoque de derechos humanos de la Unión Europea, se puede observar el desigual racero al momento de aplicar sus propios principios como ocurre ahora ante Rusia y el conflicto de la guerra con Ucrania.
La “rusofobia” expresada en múltiples foros y escenarios que van de manera principal en lo económico, políticos, hasta los círculos de la cultura, la diplomacia, el deporte, la música, entre muchos otros espacios, han colocado a Rusia ante la mirada occidental, como la amenaza o gran peligro para el mundo de las libertadas, los derechos humanos y la democracia, creando con ello un ambiente propicio para la generación de una muy probable nueva etapa de la guerra fría y conformación de bloques un nuevo orden mundial.
En este caso, desde Latinoamérica hemos podido observar como guiada por su principal aliado, Estados Unidos, la Unión Europea ha adoptado criterios claramente violatorios a los derechos humanos, como la suspensión de transmisiones de medios de comunicación como RT, Sputnik, la cancelación para la participaciones tanto individuales como colectivas, de ciudadanas y ciudadanos rusos ajenos completamente a la actividad bélica del Estado o la clara diferenciación entre el trato a migrantes refugiados provenientes de Ucrania a los de otras nacionalidades como africanas, colocando en tela de juicio la validez de los principios universales de los derechos humanos para aquellos sectores sociales que no forman parte de la cosmovisión eurocentrista.
La Unión Europea atraviesa ahora mismo un momento de crisis en todos sus ámbitos al tomar partido en una guerra con uno de sus vecinos más poderosos, el cual, de manera histórica ha fungido como aliado y enemigo al mismo tiempo. Rusia se ha encargado de desmontar el lenguaje de cooperación, paz y de respeto a los derechos humanos del eurocentrismo occidental, al atreverse a levantar la voz ante el expansionismo de un modelo militar representado por la OTAN, colocando en entredicho el funcionamiento mismo de la Organización de las Naciones Unidas.
* Ivan Ricardo Pérez Vitela
Director de Cultura por la No Discriminación en el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED)