Observatory on European Studies _ Por la paz en Europa
Manuel Becerra Ramírez*
El conflicto actual en la región de Europa oriental nos hace recordar la etapa de la Guerra Fría, en la segunda mitad del siglo XX, en la cual la confrontación entre los dos polos hegemónicos dominaba las relaciones internacionales; con la gran diferencia que ahora no hay una competencia política e ideológica entre dos sistemas contrapuestos: el socialista y el capitalista. Lo que significa que la lucha hegemónica se mantiene aun cuando el sistema socialista ha colapsado.
Es necesario superar cualquier explicación maniquea—como la que domina los medios propagandísticos de Rusia y occidente—que reduzca el problema de Ucrania a una pugna entre actores buenos y malos; para apreciar como las poblaciones en Europa y el mundo, cuyo interés es completamente ajeno a la disputa en cuestión, son las grandes perdedoras en el conflicto bélico. En efecto, en nada ayuda sobreponer el derecho de la OTAN a expandirse, a las demandas de los dirigentes rusos por anexarse territorios y recuperar zonas de seguridad (o viceversa). Ya bastante tuvieron los pueblos de Europa en el siglo XX, con conflictos bélicos como las dos guerras mundiales o la guerra de los Balcanes, que dejaron millones de muertos e incontables daños materiales.
En la madrugada del pasado jueves 24 de febrero, el gobierno del presidente ruso Vladimir Putin lanzó una operación militar en el territorio ucraniano de Donbás, apelando además al artículo 51 de la Carta de San Francisco que reconoce la legitima defensa individual o colectiva.
Por supuesto, la invasión de Rusia es una violación a la Carta de San Francisco y los principios contenidos en ella. La operación rusa desdeña por completo el sistema de seguridad colectiva—surgido después de un conflicto armado de la magnitud de la II Guerra Mundial—siendo que la Carta de las Naciones Unidas privilegia la vía pacífica en la solución de conflictos y contempla excepcionalmente la posibilidad de ejercer una defensa legítima únicamente ante un ataque actual, no hipotético, y bajo conocimiento del Consejo de Seguridad.
Como juristas insistimos en la necesidad de hacer cumplir el derecho internacional y de recurrir a negociaciones para prevenir que este conflicto pueda incendiar nuevamente a la comunidad mundial. En estas líneas tratamos de analizar algunos de los factores que han desembocado en este conflicto que ahora nos ocupa.
De Minsk a Minsk
Recordemos que, en 1991, a pocos días de que dejara de existir la Unión Soviética, concretamente el 8 de diciembre, se reunieron en Minsk las tres repúblicas eslavas más importante de la moribunda Unión Soviética y en seguida, el 21 de diciembre en Alma-Ata, se creó la Comunidad de Estados Independientes (CEI)—organismo internacional que pretendió dar respuesta a las distintas problemáticas derivadas de la desintegración del bloque socialista. Precisamente, entre los problemas surgidos por la desestructuración de la URSS, estaba la delimitación territorial de los nuevos Estados, así como las tensiones étnicas entre los grupos distribuidos a lo ancho de lo que había sido un territorio común—y que han derivado en conflictos como la guerra entre Azerbaiyán y Armenia por el territorio de Nagorno Karabaj.
Durante la existencia de la Unión Soviética la movilidad de los grupos étnicos por todo el territorio del estado plurinacional era natural; sin embargo, con la desintegración de la potencia soviética la presencia de rusos diseminados en los territorios de las exrepúblicas soviéticas se convirtió en un problema, como se manifestó durante la década de los noventa con las exrepúblicas del Báltico que al volver a ser independientes no reconocieron los derechos de las minorías rusas asentadas en su territorio. Algo similar sucede en el caso de los rusos en Ucrania.
Recordemos que Ucrania jugaba un papel muy importarte en el gigante estado plurinacional. En principio, servía de base a una parte importante del ejército y del arsenal de la potencia socialista. Inclusive después de la desintegración, el ejército ruso se mantuvo en la base naval de Sebastopol, Crimea; asimismo Ucrania mantuvo una parte importante del armamento nuclear de la URSS.
Ahora bien, a nivel internacional, la desintegración de la Unión Soviética significó una recomposición del mundo pues fue el fin de la política bipolar. Recordemos que el modelo de la Guerra Fría consistía en un desarrollo militar paralelo de las dos potencias nucleares apuntándose entre sí y con alianzas militares similares una frente a la otra: la OTAN occidental, capitalista y por la otra el Tratado de Varsovia de Europa oriental, socialista. Esto producía un equilibrio, en el terror, entre los dos bloques militares contrapuestos. Así es que la desaparición de la URSS y con ello el Tratado de Varsovia rompía con ese equilibrio; aunque Rusia conservaría buena parte de ese poderío militar.
Ucrania y sus conflictos internos. Anexión de Crimea
Otra vuelta de tuerca importante para entender el actual momento en Europa del Este es la caída del gobierno de Viktor Yanukovich en 2014 que, como resultado de un movimiento interno en Ucrania, llevaría a la secesión de la península de Crimea para pasar a formar parte de la Federación Rusa. Dicha crisis está enmarcada por los siguientes actos: la aprobación del Parlamento de Crimea el 6 de marzo del 2014 para ingresar a la Federación Rusa y la realización de un Referéndum en el que se consultó a la población sobre su deseo de unirse a Rusia. Con ello, el 18 de marzo de 2014 se firmó entre Rusia y Crimea el Tratado de Anexión de la República de Crimea y Sebastopol a la Federación Rusa.
Sin embargo, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución el 27 de marzo del 2014 (RAG 68/262, Integridad territorial de Ucrania) que rechaza el referéndum sobre el estatus jurídico-político de Crimea y la sigue reconociendo como parte integral de Ucrania. Este es un punto que la comunidad internacional debe de resolver, pues es ambiguo si se toma en consideración la experiencia de la secesión de Kosovo y el reconocimiento de su independencia.
En ese mismo año crucial de 2014 y ya con un nuevo presidente, Petró Poroshenko, se produce un movimiento de rebeldes prorrusos que declaran la autonomía de dos Repúblicas ucranianas con población rusa: Donetsk y Lugansk. Con ánimos de detener la guerra y la desintegración de Ucrania, se celebran conversaciones entre la UE, Rusia, Ucrania y Estados Unidos; concertándose el Pacto de Ginebra de 2014 que conducía a una mayor autonomía de las regiones de Ucrania. Por supuesto se estaba pensando en Donetsk y Lugansk. Especialmente durante el gobierno anti-ruso de Petró Poroshenko la tensión en las regiones independistas se mantuvo. Por ejemplo, se impulsó la disolución del grupo del partido comunista, pro-secesionista, del Parlamento ucraniano.
Minsk del 2014
Como respuesta a la situación crítica de guerra en Ucrania, el 5 de septiembre del 2014, bajo auspicio de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), en la capital de Bielorrusia, la ciudad de Minsk, se llegó a un acuerdo denominado Protocolo de Minsk en el que intervinieron los representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la República Popular de Donetsk (DNR) y la República Popular de Lugansk (LNR). Firmaron el Acuerdo de Minsk la representante de la OSCE Heidi Tagliavini; el expresidente de Ucrania y representante de Ucrania Leonid Kuchma; el embajador ruso en Ucrania Mijaíl Zurábov y los líderes de DNR y LNR Alexánder Zajárchenko e Ígor Plotnitski.
El texto del protocolo consiste en doce puntos. En esencia, se busca detener el conflicto armado así como la descentralización del poder en Donetsk y Lugansk, vía elecciones.
Posteriormente, el 19 de septiembre de 2014, fue acordado un memorándum que completa el Acuerdo original, en el que se incluyen las siguientes medidas adicionales:
- Remoción de todo el armamento pesado, 15 km para tras de la línea de contacto, por parte de cada lado del conflicto, para crear una zona desmilitarizada de 30 km.
- Prohibición de las operaciones ofensivas.
- Prohibición de los vuelos de aviones de combate sobre la zona de seguridad.
- Retirada de todos los mercenarios extranjeros de la zona de conflicto.
- Configuración de una misión de la OSCE para supervisar la aplicación del Protocolo de Minsk.
Si bien desde 2014 a la fecha el Acuerdo de Minsk no se ha cumplido cabalmente, en la actual crisis los miembros del Cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Rusia y Ucrania) estuvieron de acuerdo en que debe ser el punto de partida para solucionar el conflicto.
Incumplimiento de Minsk 2014
Tanto Rusia como Ucrania se acusan de no cumplir el Acuerdo de Minsk. Por ejemplo, en este momento, la diferencia entre Ucrania y Rusia es si la solución está en celebrar elecciones y una vez legitimados los gobiernos, desaparecer las “repúblicas populares” para ser regiones de Ucrania y después retomar el control de las fronteras entre Ucrania y Rusia a cargo del ejercito ucraniano, que es la posición de Rusia—alegando además que, de lo contrario, puede haber un baño de sangre rusa por represión del gobierno de Ucrania. Siendo la posición de Ucrania: primero recuperar el control de las fronteras y después celebrar elecciones.
Por otra parte, hay otro componente que no se vislumbra en Minsk y es el la exigencia de seguridad de Rusia y que se resumen en tres “preocupaciones de Rusia”:
- no ampliar la OTAN. En otras palabras, que Ucrania no entre a la OTAN, porque eso significaría tener a la OTAN en la frontera de Rusia.
- no instalar armas ofensivas cerca de Rusia y
- desmantelar la infraestructura noratlántica a niveles de 1997.
La OTAN y su expansión
Antes de que cayera el muro de Berlín, había un compromiso con Mijaíl Gorbachov de que la OTAN no se expandiría hasta el Este. Lo cual era lógico pues la URSS no contaría con el Tratado de Varsovia; sin embargo, en el año de 1989, inmediatamente después de la caída del muro, las tropas de la OTAN se asentaron en la antigua Europa Oriental y cuando Mijail Gorbachov protestó le dijeron que no había compromiso formal por escrito.
Ahora bien, actualmente se maneja la afirmación de que Ucrania como país soberano puede ser parte del organismo internacional que le convenga a sus intereses. Lo cual es cierto, Ucrania tiene la facultad soberana para decidir si pertenece o no a la OTAN.
Sin embargo, desde la perspectiva de Rusia, la presencia militar de un organismo internacional como la OTAN puede significar un peligro, una amenaza a la seguridad de Rusia y más cuando ya no existe el Pacto de Varsovia. Además, el presidente Putin ha expresado y enfatizado que el artículo 5 del Estatuto de la OTAN estipula que un ataque contra uno de los Aliados se considerará un ataque contra todos los aliados, por lo que al existir un diferendo con Ucrania significaría, en forma automática, un enfrentamiento contra Rusia.
Rusia reconoce la independencia de las repúblicas populares de Donietsk y Lugansk
Otra vuelta de tuerca que mantiene al mundo en tensión es la decisión del 21 de febrero del gobierno del presidente Vladimir Putin de firmar el decreto por el cual reconoce la independencia de las repúblicas populares de Donietsk y Lugansk, con el pretexto de “salvar del “genocidio” a la población de origen ruso. Este reconocimiento no tiene efectos a nivel internacional porque es unilateral, pero sin duda es una posición que manifiesta hostil y violatoria de la soberanía de Ucrania.
La decisión del presidente Putin fue inmediatamente respondida por el presidente de los Estados Unidos Joe Biden que anunció sanciones contra Rusia y el despliegue de más tropas en las repúblicas del Báltico. Eso significa más armas a Europa, lo que agrava la tensión.
Las instituciones europeas tienen una gran tradición de negociación y de aplicación del derecho internacional, que son herramientas claves para mitigar conflictos como el de Ucrania y evitar que desemboquen en guerras de la magnitud de las acaecidas el siglo pasado. En efecto, es imprescindible que se cumplan Minsk 2014, el principio general del derecho pacta sunt servanda, así lo establece y los principios de derecho internacional contenidos en la Carta de San Francisco. Por ejemplo, ¿sería posible aconsejar la neutralidad de Ucrania y no ingresar a la OTAN, como es el caso de Finlandia y Suecia?
Hay una obligación en el derecho internacional de que Rusia se retire del territorio ocupado en Ucrania, como en otro momento Irak se retiró del territorio ocupado ilegalmente de Kuwait.
Los pueblos de Europa y del mundo no se merecen otro conflicto armado como en el siglo pasado y si los políticos insisten en recurrir a la guerra, la población debe movilizarse y hacer valer su voluntad.
*Manuel Becerra Ramírez
Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).